sábado, 30 de agosto de 2008

La chancleta y los taquitos

La mayor diferencia entre Máxima Zorreguieta y quien escribe (además de que ella se casó con el Príncipe posta, mientras yo espero haber encontrado al azul), radica en el calzado que usamos.
Yo no me había dado cuenta, pero hay algo que no tiene que ver con la eduación, ni la familia que se tiene, ni con el lugar en que se nace o la suerte del "dónde y cuando" precisos; y sin embargo, marca la diferencia entre aquellas a quienes un príncipe se las lleva a su Palacio, y quienes nos mudamos en pareja a un dos ambientes.
Ese "algo" señores, es el calzado.
Máxima usó taquitos toda su vida. Nosotras, chancletas.
Y no crean que el calzado es un tema menor. Porque el calzado nos define.
Gran apreciación la del doctor Hannibal Lecter cuándo echa por tierra los sueños de grandeza de la agente Starling, señalándole que con su cartera cara no engañana a nadie, y que esos zapatos berretones delatan su origen pobre.
O el ácido House M.D. quien célebremente sentenció: "Los ojos pueden engañar, la sonrisa puede mentir, pero los zapatos siempre dicen la verdad".
Y esa verdad, es justamente, que se puede reconocer qué tipo de persona tenemos en frente con solo mirar sus zapatos.
Por ejemplo, ese tipo con el que saliste anoche, que te pareció superdivino y usaba zapatos de charol con punta cuadrada comprados en Sarkany.... Es un grasa total!!!
O la nueva novia de tu amigo, tan moderna con sus sandalias de 15 cm de taco... ¡Es una bruja sádica que disfruta del dolor! Nadie aguanta hasta las 6.00 de la mañana semejante tortura...
Y así podemos agregar miles: los que llevan jean con mocasines son (o fueron) choferes de bondi; las que usan todo el tiempo zapatillas deportiva son inmaduras; las de zapato abierto en invierno, calentonas. Los varones que usan sandalias son mujeriegos y las minas de botas texanas tienen bajo coheficiente intelectual...
Las que nacieron para princesas usan siempre, pero siempre, stillettos con taco.
Entenderán entonces porque el príncipe Guillermo se casó con una mina como Máxima y no con una como Yo, que chancleteo cualquier zapato que me calcen.
Sin embargo, guíada por un inconsciente deseo de ser princesa, esta tarde recorrí toda Santá Fe buscando unos puntudos que me fueran.
No conseguí.
Pero la verdad, al cabo que ni quería. Si ya mi dos ambientes me da trabajo... ¿se imaginan el Palacio de Holanda?

1 comentario:

Naimad dijo...

Concuerdo con su apreciación.

Una vieja teoría usada en publicidad dice que podés conocer cuan exitosa es una persona por los timbos que calza...

Sin embargo, mientras no usen zapatos que dejen ver la fealdad de los dedos (pero eso ya es una lima mía), a mi me chupa un huevo como calcen. Será porque no soy príncipe..?