miércoles, 8 de diciembre de 2010

Tránsito lento (alguien lo tenía que decir)

Lejos de lo que la mayoría de nosotros creía, parece ser que la causa de todos los males a los que las mujeres se enfrentaron desde que el mundo es mundo, nada tiene que ver con los quilombos hormonales ni emocionales de las que pertecenemos a este género, sino que se trata de una cuestión un poquitín más escatológica.

Así como lo leen, hasta que La Serenísima (¿o Danone?) se decidió a rescatarnos del inframundo en el que supuestamente vivíamos, las mujeres hemos sido durante siglos, unas incomprendidas.

Es que, según la empresa láctea, la causa de todos nuestros males-y muchos de los del hombre, por extensión- no tenía absolutamente nada que ver con nuestro aparato reproductor, nuestras hormonas, ni con problemas existenciales de la infancia, sino que la culpa de todo, pero de todo ¿eh? la tenía el tránsito lento.

¡Le hubieran avisado al pobre Freud che!, que se murió sin haber podido hallar respuesta a su más profunda cavilación -¿que quieren las mujeres?-.
El viejo jamás se imaginó que para hallarla, no debía machacar y machacar con el asunto de la histeria, el falo atrofiado o la interpretación de los sueños, sino que tenía que investigar un poquito más arriba en la anatomía femenina, justo en nuestros siete metros y pico de perosozosos intestinos, los que, según la propaganda, son capaces de controlar nuestros ánimos a voluntad.

Imagínense lo que nos hubiéramos ahorrado de psicólogo si en lugar de escribir tantos libros, Freud hubiera resuelto el caso de Anna O. con un buen laxante!!
Pero claro, ¿como iba a saber Freud que lo que las mujeres queríamos era sencillamente poder cagar?.

Tal error conceptual ha sido sin duda alguna, el origen de tantos mitos de la historia universal, como que las mujeres son complicadas, enroscadas, hipersensibles, cabeza dura, hincha pelotas, bah... Cosas que en realidad no éramos, sino que éramos simplemente constipadas. Y así lo confirman Mariana Fabiani y sus predecesoras sacerdotizas de la evacuación con los testimonios de las rehabilitadas que vemos a diario por la tele.

Pero ojo ¿eh?, que Freud no se mandó la macana solito. Parece que nosotras fuimos bastante tontas también. ¿O alguna de ustedes alguna vez entró al consultorio de la psicóloga y le dijo "me siento hinchada, pesada…debe ser porque hace cinco días que no cago?. ¡No!. Claro que no. Le decíamos que estamos fastidiosas y no sabíamos por qué, que no nos bancamos a nadie, que dudábamos de nuestras elecciones o necesitábamos un cambio radical en nuestras vidas. Entonces la culpa también era nuestra por seguir las teorías del psicoanálisis ciegamente.

Y encima éramos unas tremendas masoquistas que, amén de padecer el mal de los males, lo escondíamos.
El mandato social, tan severo con ellos como con nosotras impuso inexorablemente que los hombres no lloran. Y las mujeres, no cagan.

¿Como no iba la humanidad toda a tildarnos de histéricas, de caprichosas, egoístas o ciclotímicas, si, además de cargar con todo lo que ya de por sí implica ser mujer, tenemos que padecer la sequedad de vientre?.
Piénsenlo un segundo: las mujeres indisponemos, nos depilamos, parimos, amamantamos, aguantamos pendejos llorones, trabajamos a la par de los hombres pero ganamos menos, nos encargamos de la casa sin franco ni remuneración por horas extras, tenemos celulitis, engordamos más, tenemos menos esperanza de vida y encima... ¡Nos cuesta horrores ir al baño!.

Pero eso es historia. Todo cambió cuando llegó Pancho Ibañez (yo de tanto verlo en la publicidad de La Serenísima ya creo que es el dueño), y con su verdad láctea, secundado por un montón de mujeres que antes se vestían de negro pero ahora se visten de violeta, nos entregó al nuevo mesías.... EL ACTIVIA.

Y ya estaba siendo hora de que alguien nos viniera a rescatar del calvario y la incomprensión en que nos encontrábamos sumidas, creyéndonos seres raros, con sentimientos, con ideas propias, con un montón de cosas por las cuales sentirnos mal, o bien, y muchas ganas de decirlas.
Ahora las mujeres somos libres.
Ahora podemos dejar de padecer el escarnio de la humanidad toda señalándonos por ser tan difíciles de comprender, por pretender cambiarlo todo, por empecinarnos con causas perdidas.
Miren a Carola del Bianco sino, tan blanquita que toda ella parece de yogur y sin embargo tenía tránsito lento. Pero ahora toma Activia y está espléndida, más boluda que nunca porque entendió que cagando todos los días se te acaban los problemas.
Gracias al milagroso yogurcito, hemos avanzado un paso más hacia nuestra plena liberación. Ahora somos más felices, tenemos la panza chata y la cara de satisfacción que un intestino proactivo nos brinda.
Y la suerte de saber que todo se arregla con quince días de Activia seguidos.

Menos mal que algunas todavía le creemos a Freud, y nos seguimos comiendo las ciruelas pasas a la mañana, y seguimos hinchándonos por cosas que no pasan solo por el intestino. Porque de lo contrario, al menos en mi opinión, ser mujer sería una cagada...









4 comentarios:

Renate Mörder dijo...

Comparto absolutamente. Cada vez que veo esa publicidad engañosa me pregunto si habrá gente que se deja embaucar por estos vivillos.
Muy bueno Anita, besos

Sofía dijo...

Genial entrada ! yo personalmente prefiero cosas más naturales al estilo cereal, etc. Esos son verdaderos laxantes naturales sin propagandas con rubias de dentaduras perfectas y el cerebro lavado. No cagaré tanto como ellas, pero estoy más libre de conservantes. JÁ-JÁ!

Ariana dijo...

Ahora sí que me veo mal. Hice psicoanálisis pero nunca fui constipada. Todo lo contrario. Y ahora me siento confundida. Porque en mi caso el psicoanálisis sirvió hasta ahí y el Activia... el Activia no me va a salvar.

Boris Estebitan dijo...

Buen Blog :)